El líquido rompió sus barreras justo en la mesa de la cena familiar, arrancándome de la normalidad y lanzándome a un caos absoluto. Me desplomé en la cocina, mojada, sacudida por espasmos, gritando silencios de auxilio… mientras mi madre solo fruncía el ceño por el suelo de madera y el aroma del asado, como si yo no estuviera en trabajo de parto.