El día de mi boda llegó, y la emoción de todos los presentes era palpable. Mi corazón latía con fuerza mientras avanzaba hacia el altar. La sala estaba decorada con flores blancas y luces suaves, todo parecía un sueño hecho realidad. Mi prometido, Alejandro, me miraba con una sonrisa que no podía ocultar. Todo estaba listo para ser perfecto. Sin embargo, lo que nadie sabía era que algo oscuro y peligroso estaba a punto de suceder, algo que cambiaría mi vida para siempre.
En el momento en que llegué al altar, mi hermana, Valeria, me susurró al oído. “No dejes que te lo haga, empuja la tarta”. Mi mente se detuvo por un segundo, pero la confusión rápidamente se apoderó de mí. ¿Qué quería decir? Miré a Alejandro, que seguía sonriendo y no parecía sospechar nada. La mirada de Valeria, sin embargo, era de desesperación.
Sin pensarlo más, tomé la decisión de actuar. De un solo empujón, deslicé la carretilla con la tarta de bodas hacia el suelo. El sonido del choque retumbó por toda la sala. La tarta de tres pisos cayó al suelo en mil pedazos, salpicando a los invitados cercanos. Los gritos y las exclamaciones se escucharon de inmediato, algunos sorprendidos, otros riendo nerviosamente, sin entender lo que realmente había ocurrido.
La confusión se apoderó de la fiesta mientras intentaba entender lo que acababa de hacer. Valeria me agarró de la muñeca, su rostro palidecido. “¡Corre!” me ordenó, su voz temblaba de miedo. “No sabes lo que ha planeado para ti esta noche”.
Pero en ese momento, las palabras de mi hermana no tenían sentido. ¿Qué quería decir? ¿Qué había planeado Alejandro? Lo único que sentí fue el miedo que emanaba de Valeria. Corrimos hacia una salida lateral, y las voces del caos se desvanecieron mientras nos adentrábamos en la oscuridad.
Valeria no paraba de arrastrarme por los pasillos del lugar. Cada paso que daba se sentía más pesado, más lleno de angustia. Yo estaba en shock, tratando de entender lo que acababa de ocurrir. ¿Por qué había empujado la tarta? No lo sabía. Solo sentía una necesidad de escapar, de evitar lo que estaba por venir.
“¿Qué está pasando, Valeria?” le pregunté, tratando de zafarme de su agarre. “¿Qué planea Alejandro? ¿Por qué todo esto?”
Mi hermana me miró con los ojos llenos de lágrimas. “No puedo explicarlo todo ahora, pero lo que te está haciendo, lo que está planeando, no tiene límites. Alejandro no es el hombre que crees que es.”
Nos dirigimos rápidamente hacia el estacionamiento. Cuando llegamos al coche de Valeria, la desesperación era palpable en el aire. No había tiempo para más preguntas. Ella arrancó el motor sin decir una palabra más, y en ese silencio, lo supe: algo terrible había sucedido.
“Hace meses, cuando tú y Alejandro comenzasteis a planear la boda, él se acercó a mí,” comenzó Valeria, con voz rota. “Me dijo que quería que tú te sintieras feliz, pero en el fondo, su objetivo era otro. Lo que planeaba esa noche… no era una sorpresa para ti, era un espectáculo, algo mucho más oscuro.”
“¿Qué estás diciendo?” mi voz tembló. “¿Por qué no me lo dijiste antes?”
Valeria tomó una respiración profunda. “Porque temía que no me creyeras. Pero anoche lo descubrí, y lo vi con mis propios ojos. Alejandro había organizado todo para avergonzarte públicamente, para destruirte. La tarta, el desastre en la boda, todo estaba planeado para hacerte quedar como una loca.”
El golpe fue como un puñetazo en el estómago. Estaba perdida. ¿Cómo podía Alejandro, el hombre con el que había compartido mis sueños, hacer algo tan terrible?
En ese momento, el teléfono de Valeria vibró. Ella miró la pantalla y su expresión cambió por completo. “Es él,” susurró.
“Es él,” repitió Valeria, con voz quebrada. Yo la miré fijamente, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. Mi mente estaba colapsando bajo el peso de la verdad. “¿Qué va a hacer ahora?” pregunté, casi sin fuerzas para hablar. Valeria, con el teléfono en la mano, miró hacia el horizonte. Sabía lo que venía. Había descubierto algo que podría cambiarlo todo.
“Tenemos que confrontarlo,” dijo, con determinación en sus ojos. “No podemos dejar que nos destruya. Tienes derecho a saber la verdad.” Sin decir más, arrancó el coche, y pronto llegamos a la casa de Alejandro. Cuando entramos, todo estaba en silencio, pero el aire estaba cargado de una tensión que no podíamos ignorar.
Alejandro nos esperaba en la sala de estar, con una copa de vino en la mano, como si nada hubiera pasado. Cuando nos vio entrar, su sonrisa se desvaneció, y en su lugar apareció una mirada de sorpresa y desdén.
“¿Qué hacen aquí?” preguntó, casi con arrogancia. “¿No era suficiente con lo que hiciste en la boda?”
“¿Qué planeabas hacerme, Alejandro?” pregunté, con firmeza. “¿Qué has estado planeando todo este tiempo?”
La respuesta que dio no fue la que esperaba. “Lo único que quiero es tu dinero, tu herencia. Y si tengo que destruirte para conseguirlo, lo haré. Pensé que podía manipularte con la boda, pero me equivoqué. Te subestimé.”
Las palabras de Alejandro retumbaron en mi mente. Todo lo que había creído, todo lo que había amado, ahora se desmoronaba.
“¿Qué vamos a hacer ahora?” pregunté, mirando a Valeria. Ella me miró con una mezcla de tristeza y determinación. “Vamos a enfrentarnos a él. Ya no podemos permitir que nos destruya.”
Interacción Final:
¿Y tú, qué harías en mi lugar? ¿Te quedarías callado y permitirías que te manipulen, o tomarías las riendas de tu vida y te enfrentarías a la verdad, por dolorosa que sea? Cuéntame en los comentarios, me gustaría saber tu opinión sobre cómo enfrentarte a una traición de esta magnitud.



